Thyssen - Monet - Boudin







Sátiras (3)

Pero, ¿quién llamaría noble al que es indigno de su raza, ilustre únicamente por su nombre preclaro? Hoy al enano hijo de un cualquiera le llamamos Atlante, a un etíope, Cicno, a una muchacha fea y jorobada, Europa. Perros gandules, pelados por una vetusta sarna, que lamen los bordes de una lámpara vacía, tendrán por nombre leopardo, tigre, león o bien, si existe sobre la tierra, el de algún ser que ruja aún más ferozmente. Así pues vigilarás y temerás ser un Crético o un Camerino de tal calaña.
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Así que para que te admiremos a ti y no a tus cosas, hazme ver algo propio tuyo. 
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El que merece la muerte ha muerto ya, por más que cene cien ostras de Gauro y se zambulla en una bañera llena de perfumes de Cosmo.  
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En resumidas cuentas, por mucho que retrocedas en buscar tu nombre, reseguirás tu estirpe desde un asilo infame. El primero de tus antepasados, sea el que fuere, o fue un pastor, o una cosa distinta, que no quiero ni nombrar.
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Menos miserable es el esclavo que cava los campos que no el que cava a su dueño.
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Solamente la muerte declara la mezquindad de los cuerpecillos humanos.
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Lo más terrible para un pródigo no es ni la pira prematura, ni una muerte demasiado pronta: es la vejez.
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Yo, si veo un varón justo y honrado, comparo este portento a un niño nacido con dos cuerpos, a peces encontrados debajo de un arado prodigioso, o a una mula preñada; me angustio como si hubiera caído una lluvia de piedras, como si un enjambre de abejas se hubiera colgado en forma de racimo en lo alto de un templo, o como si una corriente fluyera hacia el mar torrencialmente, con extraños y empinados torbellinos de leche.
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¿Para qué sirven unas riquezas amontonadas, si es una indudable locura, una vesania manifiesta vivir como un pobre para morir rico?
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Pero hoy... el olor de la ganancia es bueno venga de donde venga... “Nadie te pregunta de dónde lo has sacado; lo importante es que lo tienes”. Esta máxima la enseñan las niñeras ya viejas a los críos que caminan a gatas, y las niñas la aprenden antes que el alfabeto.
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Sin embargo, por si alguien me consultara, voy a declarar qué medida es la suficiente en riquezas. Lo que exige la sed, el hambre y el frío, lo que, Epicuro, te bastó en tu pequeño huerto, lo que antes había poseído el hogar de Sócrates. La naturaleza jamás no dice algo distinto de lo que dice la sabiduría. 

Juvenal

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